Archivo de la etiqueta: Las afinidades selectivas

Salvajes en el Thyssen

Mientras las “Cincuenta sombras de Grey” oscurecen el panorama literario, el “Elogio de la sombra” nos recuerda que ahora podemos olvidarlas.

Y del Borges poeta, doy un salto en el tiempo para retomar la visita al Museo Thyssen-Bornemisza, donde por unos instantes emprendemos un viaje a lo exótico del que aún no he regresado. Así es, Paul, tú y yo, y el resto de curiosos o aficionados a la pintura que vamos dejando atrás, conforme nos adentramos en la esencia misma del primitivismo.

Paul Gauguin

“Tú sabes que tengo sangre india, sangre inca, y esto se refleja en todo lo que hago. Es la base de mi personalidad. Intento confrontar la civilización podrida con algo más natural basado en lo salvaje”, dices de pronto, y así queda reflejado en uno de los muros de una sala de la exposición, junto a tu nombre de artista consagrado: Paul Gauguin, y unos lienzos que recrean escenas de voluptuosa y enigmática belleza.

Sigo tu rastro hasta el paraíso tahitiano, observo tus “idas y venidas” a la Martinica, y me pregunto: “¿qué hay de nuevo?”. Pero en esta ocasión la respuesta es un fragmento de “Las afinidades selectivas” de Goethe: “Nadie anda impunemente bajo las palmeras, y el modo interior de ver se transforma ciertamente en un país donde los elefantes y los tigres están en su casa”.

El muro donde se encuentran las huellas de impunes pasos parece clamar: “Haere mai” (¡Venid!) y entonces pagamos el precio de sabernos tigres y comportarnos como elefantes, y nos conmueven las palabras de Goethe convertidas en grafiti museístico, pero a pesar de ello, nos reímos con cierta sorna porque solo son palabras y nuestro diálogo interno requiere de lienzos y espátulas.     

No nos importa el que más tiene, más ambiciona, o más habla. En el fondo, no nos importa nada de nada. Es lo bueno de no vivir la vida de los demás y poder exaltarnos ante la vitalidad de una naturaleza muerta.

Mientras me trasladas al Tahití de 1897, yo te pregunto: “¿de dónde venimos, Paul? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?”, y tú me respondes: “d’où venons nous? Que sommes nous? Où allons nous?”. Es lo que esperaba que me respondieses en tu último cuadro.

De dónde venimos...

D’où venons nous? Que sommes nous? Où allons nous?

Antes de separarnos me cuentas que los tahitianos de tu época,  al encontrarse con un forastero, siempre le formulaban tres preguntas: “o vai ´oe? (¿quién eres?), nohea roa mai ´oe? (¿de dónde vienes?), te haere ´oe hea? (¿a dónde vas?).

Intuyes, que pese a todo, me atreveré a darte una respuesta que bien podría ser: “yo soy otro tú, venimos del mismo lugar y volveremos a encontrarnos”. Pero no digo nada porque las palabras las carga el diablo y estoy a punto de confrontar a un enemigo de lo salvaje, un espécimen de la “civilización podrida” que me indica que me siente para ver un extracto de “Tabú” el film que robó F. W. Murnau a uno de mis ídolos: el cineasta Robert J. Flaherty.

poster Tabou           poster Nanook

Así que ha llegado el momento de lanzarse a navegar por esos mares digitales que traen de nuevo las versiones completas de las obras de Flaherty. Hoy es un buen día para que dejemos las palmeras atrás, revisemos “Nanook, el esquimal”, y disfrutemos de otros paraísos salvajes forjados sobre el hielo.