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Entre 34 y 55 en la sucesión Fibonacci

El matemático Leonardo Pisano, más conocido por Fibonacci, era hijo de un mercader con vínculos comerciales en diversos países al que llamaban Bonacci (de ahí el apodo de Fibonacci que viene de “figlio di Bonacci”, es decir: hijo de Bonacci).
Fibonacci

Leonardo Pisano «Fibonacci»

Nacido en Pisa en 1170, desde su más tierna infancia, Fibonacci estuvo familiarizado con el fascinante mundo de los números, ya que ayudaba a su padre con la contabilidad. Pero sobre todo, lo que marcó el destino del joven Leonardo, fue su estancia en el norte de África donde su padre trabajó por un tiempo, y donde tuvo ocasión de conocer el sistema de numeración árabe.
Años más tarde, ya en el siglo XIII, Fibonacci publicó su célebre “Liber abaci” (Libro del ábaco o del cálculo) que se convirtió en uno de los primeros libros sobre aritmética en describir los números arábigos a occidente.
Convencido de la superioridad y precisión del sistema numérico que manejaban los árabes (que provenía originalmente de India), desarrolló en aquel entonces lo que hoy conocemos por sucesión Fibonacci, que consiste en una sucesión numérica que comienza con el 0 y el 1, y a partir de estos números, cada siguiente elemento se obtendrá sumando los dos anteriores. Es decir: el tercer número sería de nuevo el 1, el cuarto número sería el 2, el quinto el 3, el sexto el 5, el séptimo el 8, y así hasta el infinito.
0, 1, 1, 2, 3, 5, 8…
Las aplicaciones de esta sucesión son usadas en computación, la teoría de los juegos de azar y también las encontramos, y esto es lo más apasionante, en la configuración de la propia naturaleza, desde las galaxias hasta las semillas de una margarita. ¿Pero cómo condiciona la sucesión de Fibonacci la vida del ser humano?
espiral
Existen diversas hipótesis, pero la más interesante de todas es la que lleva a cada individuo a medir sus propias pautas vitales al ritmo de esta significativa progresión numérica de tan sólo 13 números:
0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144…
Para aquellas personas que no miden el paso del tiempo de forma tradicional, el impacto que estos 13 primeros números de la sucesión Fibonacci producen a simple vista debe ser abrumador.
Hasta los 21 años, la vida parece trascurrir lentamente, y es a partir de los 34, concretamente entre los 34 y los 55, que todo comienza a intensificarse, la carga es más pesada y el tiempo fluye cada vez más deprisa. Todas estas cifras me sugieren una melodía que debo plasmar en una octava del piano (nuevamente Fibonacci: 5 teclas negras + 8 teclas blancas = 13).
octavapiano
Entre 34 y 55 de la sucesión Fibonacci se encuentra mi vida, entre 55 y 89 se cierne el destino, entre 89 y 144 ninguno de nosotros estará ya aquí, porque dudo que nadie hoy en día tenga una expectativa de vida que supere la cifra de 144.
Y al igual que nuestras vidas, nuestro mundo también parece tener su fecha de caducidad. Según el descubrimiento de los investigadores Schmidt, Riess y Perlmutter (descubrimiento que les valió el Nobel de Física de 2011), el Universo se expande a causa de una fuerza que la Ciencia no ha logrado aún comprender y a la que denominan “energía oscura”.
Schmidt, Riess y Perlmutter sostienen, al observar y medir el ritmo de expansión universal, que algún día, en un futuro muy lejano, el Universo desaparecerá para siempre.